Soy un Monet.

Un camaleón.

Soy lo que tenga que ser.

Y lo que debo ser es una hija impecable, una hábil socialité, y el premio perfecto para el hombre que firmó en la línea punteada.

No es que me queje.

Estoy a favor de un acuerdo contractual, una catapulta rápida y limpia a la siguiente fase de la vida de niña rica. Una que requiera poco pensamiento, menos esfuerzo y cero devoción.

Eso es exactamente lo que quiero.

Una vida impasible.

Un futuro calculado.

O, lo fue hasta que las luces se apagaron, la oscuridad se apoderó de mí, y aprendí lo que significaba vivir.

A sentir.

A caer.

Pero todo el mundo sabe que lo que prospera en la noche, arde en la luz, y las llamas que estaban entre nosotros. 

No hay escapatoria.

No hay vuelta atrás.

No hay final que esté bajo mi control.

Mi madre siempre dice que nuestras elecciones determinan nuestras consecuencias.

Odio cuando ella tiene razón.