Ella me necesita, porque necesita dinero.

Yo no la necesito. Solo su completa sumisión...

Maybell Jacobs es una alhelí: callada, tímida, socialmente torpe y empeñada en esconderse incluso de sí misma, hasta que se produce un encuentro fortuito entre nosotros.

Al instante me odia, y con razón. Soy una bandera roja andante. Un deportista asquerosamente rico, de mal genio y violento.

Puedo tener a quien quiera y lo que quiera... excepto a ella.

No sabe que su asco, ira y odio hacia mí alimentan mi obsesión por poseerla, por completo y en todos los sentidos.

Maybell se resiste, como era de esperar... pero su lucha solo la hace más deseable y tengo planes que la llevarán directamente a mi regazo y no querrá salir nunca de él.

Cuando se une a la pecaminosa tradición organizada por la élite del pueblo, la Caza, me escandalizo. La preciosidad no tiene ni idea del peligro que corre si decide convertirse en mi presa.

Dulce, inocente y frágil como una flor. Deberé tener cuidado o correré el riesgo de romperla.

Porque soy el depredador definitivo y cuando juego no hay reglas.

No persigo. Capturo.

Y me gusta poseer mi carnada.

Mentira. Traición. Pérdida.

Son todo lo que sé, veo y siento.

No sé qué es verdad o mentira. No sé a quién creer ni qué es real.

Destrozada y afligida, encuentro refugio en un enemigo improbable.

Un hombre que dice ser mi hermano, que jura protegerme y destruir a los que me hacen daño.

Pero ni siquiera él puede protegerme de la pesadilla que es Drew Marshall.

Desquiciado. Psicótico. Inmoral.

Me rompió el corazón y me humilló públicamente. Dejándome destrozada y rota cuando más le necesitaba.

Debería odiarlo, y lo hago, pero una parte retorcida y enferma de mí también lo anhela.

Cuanto más lucho por escapar de él, más clava sus garras en mí.

Dicen que la verdad te hará libre, pero la nuestra no lo hizo.

Nos encerró en la jaula y tiró la llave.