Ocultos entre ramas y sombras,

Observamos, planeamos,

Luchando por un reino olvidado y desolado. 

Hasta que la desgarremos con nuestras garras, 

Nuestra prisionera, nuestro peón, nuestro juguete.  

Es inocente y pura, 

Frágil e indefensa, 

Pero, oh, tan gustosa por la sangre. 

Ella nos llama bestias, 

Perversos y malvados, 

Viciosos y crueles. 

Somos todo eso y peor. 

Uno de nosotros ofrece tiernos cuidados, 

Susurrado promesas de placer, 

Buscando redención. 

El otro anhela romperla, 

Susurrando promesas de dolor, 

Buscando venganza. 

Atrapada entre nuestras plumas, 

Ella sucumbe a nuestra oscuridad sensual, 

Nuestros secretos, nuestras mentiras, 

Nuestros planes retorcidos. 

¿Se rendirá a nuestra oscuridad  o luchará por destino cada vez más difícil de alcanzar?

A la deriva de un cielo ensombrecido por la guerra, buscamos, anhelamos, persiguiendo a la mujer que huyó de nosotros.

Destrozamos su corazón, pero ella desplegó sus plumas, nuestra amada, nuestra palomita, escapando de nuestras garras con alas de un blanco puro.

Uno de nosotros se eleva sobre las almenas, atormentado por los errores del pasado, jurando nunca repetirlos.

El otro atraviesa muros de piedra y odio, ansioso por destruir los grilletes de su pasado, decido a encadenarla a él.

Para siempre.

Las lealtades se rompen.

Las amistades se ponen a prueba.

En medio del caos, una afirmación permanece irrefutable:

La recuperaremos.

Ella será nuestra.