Ella le salvó la vida. 

Es justo que él la ayude a vivir la suya...

Estar recluida no es un estilo de vida corriente. Pero después de perder a sus padres, sufrir varios accidentes automovilísticos y padecer un trastorno obsesivo-compulsivo y una ansiedad atroz, Natalie está harta del mundo exterior. Y de los amigos fantasmas.

En su apartamento, está a salvo. Protegida.

Angustiosamente sola.

Claro que su gato le hace una compañía decente, pero cuando Natalie se despierta con el corazón palpitante y llama al 911 -segura de que se está muriendo, pero en realidad tiene un ataque de pánico- se da cuenta de que un poco de contacto humano estaría bien. Especialmente el que le ofrece el guapo bombero de su edificio. Él le pide una cita. El problema es que, para salir con el guapo bombero, ella tiene que salir...

Entra Dean.

Antiguo cirujano pediátrico. Alcohólico por elección. Muy gruñón. Desde que una tragedia familiar lo dejó divorciado y destrozado, Dean está más que feliz de pasar sus días bebiendo y corriendo hacia la muerte. Hasta que se desmaya en la nieve frente al edificio de Natalie, a pocos minutos de ser aplastado por un autobús, cambiando el destino de ambos para siempre.

Su acuerdo es sencillo: 

Ella le dará un lugar seguro para beber durante las vacaciones. 

Él será su guía en el mundo exterior.

A medida que su improbable amistad desemboca en sentimientos inesperados, ambos deben enfrentarse a duras verdades sobre sí mismos y sobre su forma de vivir. ¿Habrán encontrado el uno en el otro lo que más necesitaban? ¿O un desengaño que los llevará al límite?