—Cuando te miro, veo a alguien cuya tormenta la hizo doblarse, pero nunca romperse. Cuando me miro a mí, yo soy la tormenta. 

Ocho años de matrimonio y un hijo precioso no impidieron que mi marido nos abandonara.

Se quedó con la casa, todo el dinero y una novia.

Yo me quedé con el todoterreno, unas cuantas cajas de cosas y nuestro hijo.

Estoy empezando de nuevo y es aterrador.

Una nueva ciudad. Un nuevo trabajo. Un nuevo hogar.

Mi objetivo es cuidar de mi hijo y darle una apariencia de normalidad mientras recojo mis pedazos rotos y arreglo mi destrozada autoestima.

Lo último que esperaba era que mi casero cubierto de tatuajes se metiera en mi corazón.

Es melancólico y callado, todo gruñidos y movimientos de cabeza.

Dejar que se acerque significa abrirme de nuevo a la posibilidad de salir herida.

Tengo que pensar en mi hijo.

Entonces, ¿por qué me acuesto por la noche pensando en él?

Mis demonios me persiguen. Corren por mis venas.

Hace tiempo que acepté que mi vida nunca tendrá un final feliz.

Mi mundo gris nunca tendrá color.

Hasta ella.

La fuerte mamá soltera con ojos del color de las gemas de zafiro.

Todos los colores de su mundo iluminan mi alma dañada y rota.

Pero soy incapaz de darle amor y afecto, todo lo que se merece.

Mis secretos la harán huir.

Sin embargo, eso no me impide querer manchar su mundo con mi oscuridad.

Mancharlo de gris.

Lo que no sé es que ella es el aire que no sabía que necesitaba.

La vida no me ha ido muy bien.

Mis padres han muerto, el Estado se ha llevado a mi hermano pequeño y sólo me quedan dos años para recuperarlo.

Sólo hay un pequeño problema. Necesito un hogar al que traerlo.

No tengo casa y vivo en la parte trasera de mi todoterreno, trabajando todas las horas que puedo para recuperarme.

Lo último que necesito es un bombón alto de ojos azules que ponga mi mundo patas arriba.

Pero eso es precisamente lo que ocurre cuando él entra en la cafetería.

Ve a través de mi máscara y hace agujeros en mis defensas desde el principio.

Es encantador, divertido, muy guapo y sabe romper el hielo de la peor manera posible.

También rezuma riqueza.

Está en sus trajes, en su forma de comportarse y en las propinas gordas que deja.

Una cita es todo lo que pidió.

Quién iba a decir que conseguiría más de lo que esperaba.

Ahora, estoy demasiado metida y no tengo otra salida que la angustia.

Se suponía que tenía que volver a mi ciudad natal para asistir al funeral de mi tía.

Lo que no esperaba era heredar una casa.

O sentirme intrigado por la camarera de la cafetería local.

Ambas cosas son un inconveniente, ya que vivo a tres mil kilómetros de distancia.

Es hermosa y tiene unos ojos verdes irresistibles.

Sus ingeniosas bromas me hacen volver día tras día cuando estoy en la ciudad.

No tiene ni idea de quién soy ni de lo profundos que son mis bolsillos.

Me trata como a un hombre normal, lo que sólo intensifica el interés que siento por ella.

Una cita es todo lo que pedí.

No esperaba enamorarme perdidamente de ella.

¿Cómo iba a saber que guardaba secretos que lo cambiarían todo?